Este queso vegetal está presente en la cocina asiática desde hace más de 2000 años y se convirtió en la proteína principal de la dieta vegetariana budista desde su fortuito nacimiento.
Su nombre tiene dos significados, “poroto cuajado” o “poroto fermentado”. Se cree que se descubrió cuando intentando hacer sopa de leche de soja, alguien se pasó con la sal, la leche cuajó y se convirtió en queso. Este accidente de 2000 años de edad, fue perfeccionándose y viajando a través de los siglos.
Pasado el accidente, la técnica de preparación incorporó una prensa para extraer el líquido excedente. Variando su presión se pueden obtener tres variedades; blando, duro o extra duro.
Luego de su nacimiento en China este humilde ingrediente, por su capacidad de reemplazar la carne, se convirtió en un preferido de las clases bajas chinas. Hasta que en el siglo XV el emperador Kang Xi lo llevó a las mesas de la corte imperial, y tanto se enamoró del Tofu que lo convirtió en el alimento real principal.
Silenciosamente en el siglo VIII viajó de incógnito a Japón, donde se lo llamó Okabe. Por ese entonces Japón era reino budista y vegetariano, por lo que el Tofu vino a solucionar muchos de sus problemas culinarios. Desde Japón se extendió a Occidente y el resto de Asia. Hoy es un ingrediente principal en la cocina tailandesa y de muchas cocinas vegetarianas.
Por su sabor sutil y capacidad de absorber los sabores de los ingredientes que lo rodean es extremadamente versátil. Se puede comer frío, tostado e incluso como postre si se lo rocía con miel o almíbar. Quienes lo consumen dicen que si no te gusta, es porque no lo cocinaste o condimentaste correctamente.
Ustedes… ¿Se animan a darle una oportunidad al Tofu?