El mito de Ícaro nos enseñó que acercarnos al sol es peligroso, y para François Vatel resultó ser mortal.
Vatel nació en 1631 y a los 15 años consiguió su primer empleo en las cocinas. Gracias a su éxito, pasó a trabajar en las cocinas de Nicolás Fouquet.
Vatel hizo tan bien su trabajo en la inauguración del castillo de su amo que Louis XIV ofendido por la opulencia de los festejos, encerró a Fouquet y lo desposeyó de todas sus propiedades.
Vatel luego consiguió empleo bajo las órdenes de Luis II de Borbón-Condé, primo del rey, dueño del castillo de Chantilly.
Condé necesitaba de Vatel para organizar una serie de banquetes en su castillo y así ganar nuevamente el favor real.
El chef sabía que en sus manos estaba el futuro de su amo, y se preparó para tres días y tres noches de fabuloso entretenimiento. El Rey, encantado, le apostó a Condé el contrato de Vatel en una partida de cartas. Condé perdió y el dueño de Vatel paso a ser el Rey.
Condé estaba endeudado y no contaba con el apoyo de los proveedores, por lo que la llegada de los suministros para los festejos se complicó. La leyenda dice que cuando Vatel recibió menos crema que la necesaria, la batió para darle volumen y así nació la crema Chantilly.
Los viernes no se consumía carne, y el reto de Vatel era servir pescado para eso envió emisarios a todos los puertos cercanos en busca de la cantidad suficiente para toda la corte. A las 4 de la mañana del viernes Vatel comenzó su jornada, bajó a las cocinas y recibió al primer proveedor, quien le entregó solamente una pequeña carreta con pescado. Ante la posibilidad de perder el favor de su amo y el rey, decidió ahorrarse la deshonra. Tomó una espada, la apoyo contra la puerta y atravesó su corazón. Allí terminó la leyenda de Vatel: el gran chef y Maestro de Ceremonias.
Vatel es recordado por la leyenda de la creación de la crema Chantilly, pero en verdad fue un samurái de la cocina, que prefirió morir a fallar en su tarea y perder el favor del sol.